Capítulo 9
¡Con cuánta alegría México apartaba de sí, riéndose, su trágica historia, el pasado, la muerte subyacente!

Malcolm Lowry


No cabía duda de que también se trataba de un toro alegre. '¿Por qué no?' Sabía que no lo iban a matar, que sólo salía a jugar, a participar en la alegría. Pero la alegría del toro era mesurada aún; después de su explosiva entrada, comenzó a dar la vuelta al ruedo, lento, pensativo, aunque levantando mucho polvo. Estaba dispuesto a divertirse en el juego como cualquiera a su propia costa, si fuese preciso, sólo que su dignidad requería primero el debido reconocimiento. 

Malcolm Lowry


Sí, ahora se le ocurrió a Yvonne que todo este asunto del toro era como la vida; el nacimiento importante, la oportunidad justa, luego, las vueltas al ruedo, primero tentativas, después seguras, por último casi desesperadas; un obstáculo salvado —hazaña debidamente reconocida— aburrimiento, resignación, derrumbe; luego otro nacimiento aún más convulsivo, nuevo comienzo; circunspectos esfuerzos para abrir los ojos en un mundo ahora francamente hostil, el aparente aunque engañoso estímulo de quienes nos juzgan, la mitad de los cuales dormía, los desvíos hacia los comienzos del desastre por aquel mismo obstáculo insignificante que antes se habría franqueado con un solo paso, la trampa final en las redes de enemigos de los que nunca tenía uno la completa certeza de que fuesen amigos más torpes que de hecho mal intencionados, a la que seguía el desastre, la capitulación, la desintegración.

Malcolm Lowry


Luego, siempre inquieto, encendió un fósforo para lo cual pasó sobre él la uña del pulgar, produciendo así un chasquido semejante al de una pistola de juguete y lo acercó al cigarrillo, protegiéndolo, entre ambas manos mientras bajaba la cabeza... 

Malcolm Lowry